TU
ALMA EN MÍ. EXTRACTO: CAPÍTULO XVII
NÚMERO
REGISTRO: 1408051713181
TODOS LOS DERECHOS
RESERVADOS.
Me yergo, no sé de dónde saco las fuerzas, pero me levanto;
y logro que mis pies me sostengan. El silencio se ha adueñado del entorno otra
vez. Aunque sé a dónde tengo que ir. Sé dónde he de encontrarme con la muerte…
Miro hacia el frente, hacia la desolada escalinata de mármol que conduce a los
aposentos, la que me llevará al segundo piso: a la habitación de Josefina… el
lugar en el que ese hijo de puta me hizo suya a la fuerza, donde esta pesadilla
tomó forma… Voy a destruirte, Juan… Sea como sea lo haré, sea como sea te
venceré… —. ¡Me oyes! —grito; y el eco de mi desesperación, de mi amenaza,
rebota en el vacío, se repite en el ambiente. Entonces, mi cuerpo experimenta
una súbita sacudida, mi trabajosa respiración se desboca. El carcomido reloj de
péndulo del recibidor comienza a funcionar. Tengo que taparme los oídos por la
estridencia de las en punto, unas en punto eternas, que no son marcadas por las
horas: la manecilla de los minutos se mantiene fija en las doce, pero el
horario da vueltas y vueltas en sentido contrario, como si la locura se hubiera
apoderado del objeto; comprobando tal demencia recalcitrada en esta atmosfera…
¡imposible de tragar!
—¡¡¡¡¡¡¡NOOOOO!!!!!!
Vuelvo la cabeza hacia el grito.
¡Dios mío, es
Yolanda!—. ¡¡¡¡¡¡YOLI!!!!!
Corro, corro escaleras arriba, ignorando las lacerantes
pulsaciones que estallan y oprimen mi yugular, ignorando la asfixia que exprime
mis pulmones, el cruel y estrepitoso retumbar del reloj que no cesa… Dios mío, que
no sea lo que estoy pensando, ¡que no sea lo que estoy pensando!… Yolanda no
tiene por qué vivir esto, ¡no tiene por qué vivirlo! Pero los pies me fallan,
mis ojos se nublan… ¡No, no, no! ¡Respira, Ana! ¡No puedes venirte abajo ahora,
imbécil!… Apenas me doy dos segundos para recobrar aliento… Veo el pasillo, la
habitación… Solo dos escalones más, solo… dos... Mi cuerpo tiembla, pero no me
dejo doblegar por la debilidad. Aprieto mis pies contra el suelo, contra el
mármol. Avanzo por el oscuro pasillo, agarrándome a la pared… Jadeo, boqueo,
todo con tal de coger una… ¡maldita partícula de este aire envenenado! De
pronto, siento humedad en mis manos… ¿Qué es esto?... Me miro las palmas, la
bilis se me sube a la garganta al comprobar que las carcomidas paredes están
supurando sangre. ¡Dios mío! ¡Quiero gritar!... Pero, no voy a hacerlo… ¡Ana,
tranquilízate! Todo es un juego. Está jugando con tu mente, ¡está jugando con
tu mente!
¡¡¡¡Por favor!!!!
Cierro los ojos, aprieto los párpados con todas mis fuerzas.
Las lágrimas inundan mi garganta, las dejo salir. Es la única forma que tengo
de desahogarme. De coger algo de valor… Siento que he llegado a la puerta de la
habitación: (aunque mis ojos hayan elegido la ceguera, la protección de los
párpados… presiento cada resquicio de este condenado sitio)… Tiendo mi mano
ensangrentada hacia el pomo; el líquido sanguino y espeso impregna mi piel,
chorrea por mis muñecas; el olor a matanza, a carnicería me revuelve el
estómago de tal forma, que no es solo saliva lo que me obligo a tragar.
<<Clack>> El pomo cede antes de que llegue a
ponerle mi mano encima. El palpitar del corazón me está matando. A veces, las
contracciones son tan fuertes y rápidas que temo que la espasmódica diástole marque el fin de
su movimiento… Trago saliva, bilis, jugos, hedor… La puerta chirría, abro los
ojos lentamente; preparo mi psique, mis impulsos… para soportar el horror que
sé que me espera al otro lado…
Autora: Gema Lutgarda E. López